miércoles, 3 de septiembre de 2008

Material Reunión Septiembre: "La Alegría"

Estimados Apoderados:

Este mes nos involucramos profundamente en la tarea de “aprender a ser feliz”, que ha de ser un objetivo constante en todas las familias. Con la alegría no se topa nadie a la vuelta de una esquina, sino que hay que fomentarla día a día.
Para “enseñar alegría” es muy importante vivirla.
Formar niñas alegres, optimistas, confiadas en que las cosas saldrán bien, es uno de los grandes anhelos de todos los padres. Lograr que sean personas capaces de rescatar lo positivo y disfrutar la vida, es una meta deseable y siempre posible de alcanzar. Generar en todos Esperanzas, seguridad, positivismo, Deportividad, Conciencia y satisfacción por la obra bien hecha y alcanzar la paz.

Nuestro Santo “El Padre Hurtado”, nos dice:
“El sentido del humor y la alegría son curativos por sí mismos. Es bueno recordar la oración del P. Hurtado: Haz, Señor, que los malos sean buenos, y que los buenos sean simpáticos. Conocemos demasiada gente amargada y que amarga la existencia a los demás. Alegría no es lo mismo que bullicio ruidoso y risas sonoras; al contrario, estos fenómenos a veces son máscaras defensivas que algunas personas usan para esconder sus temores, inseguridades y amarguras. La alegría brota del interior del ser humano, y se relaciona con los sentimientos más profundos de la persona. Es alegre un corazón en paz consigo mismo. Esta alegría brota de las personas con paz interior, y se irradia a los demás al igual que el amor. Dice San Juan de la Cruz que al atardecer de la vida seremos juzgados por el amor; en definitiva eso es lo que cuenta, y es lo que hace felices a las personas. Para ser alegres y amorosos de esta manera, hay que ser sencillos y limpios de corazón. Son ellos los que verán a Dios (Mt. 5, 8).”
Alegría y Curación
La alegría estimula tus centros emocionales. Cuando éstos son estimulados, la alegría limpia y purifica todo tu sistema emocional. También expulsa todas las emociones negativas. Cuando estás alegre, no odias. Cuando estás alegre, no puedes estar enojado; ni siquiera tienes temor. Cuando estás alegre, no eres celoso ni vengativo. Esto significa que la alegría elimina de tu ámbito emocional muchas cosas malas. En un sentido, la alegría cura tu cuerpo y tus emociones. Sin alegría, no puedes hacer nada constructivo.

La alegría de los primeros cristianos
En tiempos de los primeros cristianos, según nos cuentan los Hechos de los Apóstoles (Hch 2,46), había una característica que llamaba poderosamente la atención de todos: la alegría.
No es difícil comprender por qué estaban alegres en esos primeros tiempos. Estaba muy cercano el paso de Nuestro Señor Jesucristo entre ellos.
Hoy, ya no es tan fácil encontrar la alegría. De hecho, se ha vuelto más bien excepcional. Todo el mundo suele ser áspero, impaciente, a veces duro y no nos extraña conocer a gente con amarguras y rostro disgustado.
“La alegría es el amor disfrutado; es su primer fruto. Cuanto más grande es el amor, mayor es la alegría (Sto. Tomas). Por eso, el discípulo de Cristo es un hombre, una mujer, alegre, aun en medio de las mayores contrariedades: Yo os daré una alegría que nadie os podrá quitar (Juan 16, 22). “Un santo triste es un triste santo” se ha escrito con verdad. Porque la tristeza tiene una íntima relación con la tibieza, con el egoísmo y la soledad. El Señor nos pide el esfuerzo para desechar un gesto adusto o una palabra destemplada para atraer muchas almas hacia Él, con nuestra sonrisa y paz interior, con garbo y buen humor. Si hemos perdido la alegría, la recuperamos con la oración, con la Confesión y el servicio a los demás sin esperar recompensa aquí en la tierra.”

La alegría es misteriosa
Muchas personas veían perplejas a la Madre Teresa de Calcuta con su sonrisa y alegría que salía del alma mientras dedicaba sus cuidados a los enfermos que todo el mundo rechazaba.
Como nos dice el Santo Padre “La alegría cristiana es una realidad que no se describe fácilmente, porque es espiritual y también forma parte del misterio”
Los cristianos tenemos un motivo fundamental para estar alegres: “Somos hijos de Dios y nada nos debe turbar; ni la misma muerte. Para la verdadera alegría nunca son definitivas ni determinantes las circunstancias que nos rodeen, porque está fundamentada en la fidelidad a Dios, en el cumplimiento del deber, en abrazar la Cruz. Sólo en Cristo se encuentra el verdadero sentido de la vida personal y la clave de la historia humana. La alegría es uno de los más poderosos aliados que tenemos para alcanzar la victoria (1 Marcos, 3, 2). Este gran bien sólo lo perdemos por el alejamiento de Dios (el pecado, la tibieza, el egoísmo de pensar en nosotros mismos), o cuando no aceptamos la Cruz, que nos llega de diversas formas: dolor, enfermedad, contradicción, cambio de planes, humillaciones. La tristeza hace mucho daño en nosotros y en los demás. Es una planta dañina que debemos arrancar en cuanto aparece, con la Confesión, con el olvido de sí mismo y con la oración confiada.”.

El Apostolado de la Alegría
No podemos dar ejemplo ni llamarnos cristianos, si no damos ejemplo al mundo, si no transmitimos una alegría profunda (interior y exterior). El cristiano no puede tener el rostro arisco, no puede tener en su corazón sentimientos intolerantes o pesimistas. Nuestro primer motivo de alegría es la esperanza y la fe en Dios, el amor que nos tiene y el que le demos debe hacer brotar de nuestro corazón una alegría sincera, completa.
La tristeza solo cabe en quien ha perdido la esperanza, en quien ha sido abandonado. Y Dios nunca nos abandona, y estar en comunión con Él en el cielo es una promesa que debe alegrarnos permanentemente.

El apostolado de la alegría es convincente, porque es un testimonio directo de quien se ha olvidado de sus propios problemas para preocuparse por los demás, y muy especialmente por haber puesto su corazón en Dios.

Como católicos podemos ser atacados en muchas formas: por nuestra veneración hacia la Santísima Virgen, por el crucifijo que podemos llevar en el pecho, entre otras muchas. Pero algo que nunca nadie puede atacar, una espada cuyo filo es suave, pero ante la cual no hay escudo, es la alegría. Nadie puede reclamarnos el que seamos alegres, nadie nos dirá “¡Incongruente!” si fuimos amables y sonreímos con el pobre hombre que pide dinero en las calles. Nadie nos reclamará por pasar una tarde en un hospital llevando alegría a los enfermos.


Alegría en la cruz
No podríamos hablar de la Alegría sin hablar de la Cruz, porque para el cristiano la ofrenda que hizo el Señor de Su propia Vida por nuestra redención cobra un papel fundamental para nuestras vidas. El cristiano sufre, llora, tiene momentos amargos y siente dolor como cualquier otro ser humano. Sin embargo, encontramos un sentido en nuestros sentimientos de dolor y en nuestras dificultades. Ese sentido está en cargar nuestra propia cruz, y seguir el ejemplo de Jesús. La Cruz, otro gran misterio para el hombre, es un trono de alegría, porque Dios transforma el dolor en gozo, la pena en júbilo, la muerte en resurrección.
Nuestras cruces nos ayudan a identificarnos con Jesús. Siempre nos pesan, no cabe duda, pero el amor a Dios puede más que cualquier contrariedad, y cuando ofrecemos nuestras propias cruces amorosamente, Dios las transformará en alegría.
El cristiano debe tener como centro de su vida al amor, y el fruto directo de ese amor es la alegría. No podemos encontrar un ejemplo más hermoso de alegría que el que nos da la Santísima Virgen en el “Magníficat”: «Proclama mi alma la grandeza del Señor; se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava» (Lc 1, 46-48). Pidámosle a ella, Santa María causa de nuestra alegría, que nos enseñe a impregnar nuestra alma, nuestro semblante, nuestros actos y nuestras palabras con la alegría que nos trajo Nuestro Señor Jesucristo

¿Qué tan Alegres son nuestras hijas?,
¿qué las hace felices?,
¿qué tan felices son cuando están a nuestro lado?,
¿que recuerdos alegres guardamos de nuestra niñez?…
¿nuestras hijas tendrán recuerdos similares?
 

Niñas alegres, optimistas y confiados, esa es nuestra meta.
Hacer que en ellas predomine la esperanza de que les va a ir bien. Que utilicen el sentido del humor y la risa como un mecanismo de defensa. Que sean realistas y tengan un mayor desarrollo mental, cognitivo y emocional. ¿Por qué ellas actúan así? Porque tienen confianza en sí mismas y en los demás, porque saben diferenciar lo importante de lo superfluo y resolver mejor los problemas, porque no dramatizan y disfrutan la vida.

¿Cuál es la actitud necesaria para aprender a ser Alegres?
 
1.- Disfrutar de las cosas sencillas y cotidianas......Que están presentes en nuestra vida: la conversación, el descanso, el trabajo, la naturaleza, la amistad... Siendo consciente de que la búsqueda ansiosa y descontrolada de satisfacciones (por lo general materiales) conduce a la pérdida del equilibrio interior.
 
2.- Mostrar un sentido positivo ante las personas y los acontecimientos. Es lo opuesto a los derrotismos y a las actitudes deprimentes y desesperanzadas, a la visión negativa de la vida, que conduce a la inquietud y el desasosiego.
Encontraremos alegría cuando nos esforzamos por descubrir lo positivo que siempre (y en mayor medida que lo negativo) hay en las personas y situaciones en las que nos encontramos. Aprovechar los errores para aprender.
 Esforzarse por descubrir lo positivo en mayor medida que lo negativo, este es el primer paso para “educar en positivo”.
 
3.- Aceptar las propias posibilidades y limitaciones. 
Vivir con alegría lo que tenemos, sin renunciar a mejorar, pero sin tener nuestra atención centrada casi exclusivamente en lo que nos falta.
No perder el tiempo en lamentaciones o quejas inútiles sobre lo que ya ha ocurrido o es irremediable. Aceptar a cada hijo como es y por lo que es.
 
4.- Hacer de nuestras ocupaciones habituales una fuente de alegría.
Nuestro trabajo, sea el que sea, es la expresión de nuestra capacidad y nuestra aportación a la sociedad en que vivimos.
Es uno de los ámbitos, junto con el juego y el amor, principales de la vida humana y, por lo tanto, una de las fuentes de satisfacción y alegría más importantes.
 
5.- Pasarlo bien en familia. Reír en familia con frecuencia y contagiar la alegría. Crear oportunidades de “pasarlo bien” todos juntos: comidas especiales, fiestas, excursiones.
No se trata de hacer cosas muy especiales, sino de hacer “especial” el estar juntos, por ejemplo, viendo un vídeo en casa con palomitas de maíz y refrescos.

Los hijos deben sentirse necesarios dentro de la familia.